domingo, 10 de febrero de 2013

Correr en invierno

Leer a Nietzsche al mediodía en medio de una cafetosis múltiple y buscar la eternidad distrito a distrito, como Alicia en las ciudades. Con varias capas de ropa calentar motores y escuchar a Ligeti, como un ritual francmasón ponerse las zapatillas de Mercurio y alas en los pies. Sol y viento helado endorfina tras endorfina contra pronóstico y contra nadie de un cronómetro quieto destruyendo cada roedor físico y cada molécula invasora. De tu cuerpo inexpugnable y del aire difundir todos los oxígenos, vencer sin competir, sin dorsal, sin fotoperiodismo, sin meta, donde el corazón lleno de cal se vuelve puro y no bombea hemoglobinas en vano. Y volver a Nietzsche, oh Friedrich, regenerar lo invadido, expulsar a los invasores de El Castillo. El marino que perdió la gracia del mar vuelve a su fortaleza de color repulsión sin sirenas de policía, volátil. La doctora errante dio con la respuesta y el verbo se hizo carne en los pies, quemadores de azúcar, una obsesión, el invierno.

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