lunes, 12 de noviembre de 2012

Adictos a la lujuria.

Ayer llevé a las viejas cacatúas en el autobús y el demonio era la niñata de la blusa blanca rubia que se metió en mi habitación la noche anterior. Juro que no bebí más de cuatro tragos pero la cacatúa puso a cantar a las demás en el autobús y claro tuve que llevarlas hacia la taberna donde me espera el otro demonio de mujer que me arrastra hacia el fondo y me afeita la barba de cuatro días y observa mi crucifijo colgado del cuello. Claro que tuve robar el delco del autobús porque de no haberlo hecho se hubieran ido todos al infierno siguiendo la ruta estipulada y porque maldita sea tenía que haber teléfono en la taberna para que la cacatúa llamase al obispo y me denunciase por estupro y por llevarlas a todas demonio de niñata incluida a tabernas con demonios de mujeres que me arrastran hacia el fondo. Y hoy volveré al autobús recién afeitado y no miraré al demonio de niñata y sonreiré a todas las cacatúas y no robaré el delco. Iremos por la ruta estipulada para que ninguna cacatúa y menos la niñata se ponga mala de disentería. Cantaré con todas ellas y olvidaré al demonio de mujer de la taberna. Pero huiré con la niñata y ella me dirá que quiere llamar a su madre y yo le diré que no puede ser porque su madre ha muerto. El policía disfrazado ya estaba tras mis pasos ya estaba haciéndose pasar por psicólogo o invitándome a desayunar al día siguiente y la niñata que decía que iba a clases de interpretación a saber donde iba, a saber donde iba. Y el policía no encendía la luz porque quería ahorrar y no encontramos la cama supletoria. Y la niñata me despertó diciendo que había un incendio en el hotel y riéndose a carcajadas, demonio de mujer.