domingo, 3 de febrero de 2013

Isis

Mi corazón desordenado y kamikaze fuma crack y habla solo, rebobina la cinta una y otra vez, uno, dos, capcioso, no quiere saber nada y bebe agua. Ha adelgazado nueve kilos de un tirón, en el límite de todo inconsciente al borde de una piscina totalmente vacía. Tocando el cielo de las cosas ha entrado en los bares solitarios de siesta de lunes y se le ha aparecido Isis, sonriente. Los vasos de cristal son trozos del pasado, inertes y en un jeroglífico borroso he encontrado suburbios de la memoria. Ella entre todas las divinidades, partes de mí, puertas cerradas, ejércitos invencibles, agujeros, notas a pie de página, la serpiente, la serpiente a los pies de Pompeya, el fuego, los pájaros, los cristales rotos, centurias avanzando, divagando sola, una cantata para cada discurso, sacerdotisas, plazas solitarias, una misa. Y todo lo racional lo destruye con su introspección. Las clínicas tienen listas de espera para varios meses, como el equilibrio. He vuelto a casa, he dejado las llaves en el cajón y he vuelto a acurrucarme entre sus brazos con mi cabeza en su pecho para que me acaricie y me diga ya ha pasado todo, seguro entre algodones y besos.