sábado, 10 de octubre de 2009

Se le ha caido a usted el síndrome.














He estado en una exposición de cartas, libretas, blocs, notas, certificados y hasta esquelas mortuorias, escritos todos a mano y en papel. Bastante antiguos y escritos con plumillas y cosas de esas. Tinta de tintero y letra redondilla. En realidad todo empezó a ir mal con la invención del bolígrafo. A partir de ahí escribir, mandar o guardar una carta fue considerado anómalo y síntoma precursor de futuro padecimiento del síndrome de Diógenes, amén de otros handicaps: romántico, antiguo, raro. Hoy las cartas en papel las escriben los bancos y las compañías eléctricas, de agua y telefónicas. Y en general advierten que no se destruyan para reafirmación de los que padecen, aunque no admiten, el anteriormente citado síndrome. Paralelamente el mundo virtual ha creado réplicas de los objetos que he visto en la exposición, ya con nombres diferentes, pdfs, mails, post, doc. Y aunque lo intento no logro imaginarme como será una exposición de todos estos objetos (virtuales) en el futuro. Aún así, ¿debemos guardarlos para ese momento? ¿Cómo se guardan los comentarios de un blog o facebook? Tenemos que dar gracias a los avances en la comunicación por su interés en erradicar manías y su fe en que todas las adicciones son buenas, salvo la de guardar las cosas.

domingo, 4 de octubre de 2009

Yo no quiero ser feliz


















El sol viaja siguiendo el diámetro de la sombrilla quemando cada siete minutos los pies. Yo me muevo en sentido contrario cada siete minutos. Yo no quiero ser feliz. Polanski es franco-polaco. Me sobra carnaval. La vela de surf es roja-transparente-roja. Sueño con pilots color violeta y chicles sabor a melón. He visto trazas de su mente. Los poetas y románticos dirían de su corazón y su alma. Pero sólo es una mecánica antropológica, bastante precisa, aunque aproximada. Y todas las botellas de agua y las pin-ups. Vimos luz, oímos truenos. Encuestas de metroscopia. Exposiciones eróticas. Buscando un carnero. Dieciocho horas veinte minutos. Fin de caída libre.