lunes, 28 de enero de 2013

O Sade

En los surcos de la cara de Marianne Faithfull hay venas corpóreas de su hermana que me atosigan hasta la médula. Una Sacher-Masoch de pura cepa,  en el calendario de sus vicios imploro parafilias con Justine, ya tan adicto a ti y todo tú. Quiero que te vayas para siempre y que vuelvas para siempre y que me digas no te quiero ver jamás y que me digas te quiero ver todos los días y que te olvides de mí y que pienses sólo en mí. Y que bajemos juntos la escalera de Jacob manchada de nicotina y colillas de cigarros, un corazón para golpear de uso diario, una manzana. Y todavía más frío para que juguemos a los dardos en los autobuses atestados de muertos, camino de la morgue, bendiciendo el pan con reliquias de santos, disparando al cú-cú del reloj para que así por fin ya salga en los periódicos, ya verás que risa cuando matemos para siempre al tiempo. El tiempo es un reloj inútil muerto. Cuando se acabe el día yo y Atila pisaremos el césped de los parques públicos para hacer un camino para ti, un camino de exterminio para cruzar el parque por los jardines. Un despertador abstemio, como los objetos, nos susurrara al oído el fin, como los trenes, en un día de calor y coches, so long, Marianne, todos los días son bombas de relojería.