domingo, 2 de noviembre de 2008

Los cajeros automáticos de los aparcamientos subterráneos tienen alma

Los aparcamientos subterráneos son mundos desconocidos. Sus expendedores de tickets, siempre perversos, te miran y te dicen: algún día perderás el ticket y pagarás con creces cada vez que has aparcado encima de nosotros en un aparcamiento superficial gratuito. Tienen algo de culto y underground, claro, de malditismo. Los horóscopos lo vaticinan: hoy podrás aparcar. En días de luna llena los aparcamientos subterráneos se vacían. El paso fronterizo entre el mundo superficial y el subterráneo lo marca su barrera insobornable que siempre vacila, puede que algún día no te deje entrar o peor, puede que no te deje salir y te quedes para siempre en este mundo oscuro, bajo tierra. Su letrero luminoso verde de libertad, libre, dice, algún día mentirá. Los objetos, las máquinas, las cosas, también mienten. Cuando ese letrero mienta, tú darás vueltas y vueltas buscando inútilmente tu lugar entre las cuadrículas, y no tendrás sitio ni fuera ni dentro. Tendrás que pagar para salir. Hasta ahora el pago te aseguraba un sitio en este inframundo, cuando el letrero se corrompa, ya no. Entonces, sólo entonces, cuando los letreros luminosos de los aparcamientos adviertan por ellos solos el beneficio de su mentira y por tanto de su maldad, las máquinas habrán superado otro test de Turing, más fiable, quizás. Sin embargo tendrán que compincharse con el cajero automático de pago, que no acepta cualquier moneda ni cualquier billete. Él sí es el verdadero carcelero y juez de vigilancia penitenciaria en el proceso de entrar y salir de este frío universo. Y es subjetivo, el dinero de unos no es lo mismo que el de otros. Si decide, por fin, que tu dinero, monedas o billetes, pueden comprar su alma, te dejará salir, siempre exacto en su precio y ateniéndose a sus tarifas, el precio de su alma está tarificado. Y a la salida la libertad que anunciaba el letrero luminososo de la entrada sí adquirirá sentido. Pero ya tarde, en eso se parece al mundo superficial que hay encima.