lunes, 18 de febrero de 2013

Catrina muerte mejicana

Querido lunes, al volver de la calle amapola, he visto otra vez el mismo entierro enfrente del club, el mismo entierro de todos los días; y he visto el hombre que vende ramos de flores, al pararme en el semáforo. El sábado de autos, después de ver a Eusebio Poncela teclear una vez más un guión me puse el protector dental de terrores nocturnos y empezaba a sudar a pesar del frío cuando recibí una fotografía de la dama pálida seria y pensativa en un anochecer seco. Y volví a despertar tantas veces como siempre durante la noche madrugada víspera de domingo preguntándome, como aquella vez, si había pasado de verdad, y volver a mirar otra vez esa fotografía como aquella vez que busqué varias veces su mail escrito en un papel, y volver a mirarlo para ver si era de verdad y no había sido otro sueño más. En esa madrugada olvidar mirando su fotografía un terror tras otro, dulce como el cielo de cada pesadilla.

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