Hay toneladas de caramelos. Todas en sacos llenos de millones de kilocalorías. Ya no hace falta pensar si habrá suficiente o será necesario más. Hay para todos. Para llenar hasta los bolsillos más ambiciosos. Se lanzan o se disparan siguiendo una trayectoria parábolica o rectilínea, directa a sus ojos. El despilfarro de azúcar genera optimismo, al igual que inaugurar un edificio 300 metros más alto que el más alto. El pueblo ya no necesita, pues, pan y circo sino caramelos y rascacielos.
miércoles, 6 de enero de 2010
IN THE SUGAR
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